He sido una convencida de que los abrazos valen la pena y que cuando abrazo, me abrazan. El abrazo es una excelente señal de afecto. Es una manifestación sincera de amistad. Muchas veces, no hay qué hablar, sino abrazar. Con el abrazo se dice todo.
En ocasiones, cuando se va a un velorio, es mejor abrazar a la familia sin decir palabra alguna. Cuando se saluda a un amigo o a una amiga. Cuando se va a una fiesta. Cuando hay encuentros fugaces.

Cuando se habla con los hijos, estos siempre esperan un abrazo. Los hijos sienten mucho amor cuando sus padres los abrazan, los besan, los miman. Si ello ocurriera con más frecuencia en las familias, no habría tanta soledad en los jóvenes.

Los abrazos son especiales para aquellas personas que fácilmente se deprimen. Cuando alguien está llorando, es mejor no preguntarle qué le pasa, sino abrazarla. Esa persona se siente fuerte, se vuelve optimista y hasta puede decir: “Gracias, ¡lo necesitaba tanto!”. Muchas veces requerimos de un abrazo. Sin que nadie nos pregunte, lo sentimos y recibimos fuerza, cariño, amor.

Recordar que los abrazos son gratis es muy importante. Por eso, mi petición sincera, sencilla es que haya abrazos por doquier. Que no se niegue un abrazo. Porque los abrazos son como vitaminas que producen energía y llenan el alma de amistad. Para todos, un gran abrazo.

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