Están los que usan siempre la misma
ropa, los que llevan amuletos, los que hacen promesas, los que imploran mirando
al cielo, los que creen en supersticiones…
Pero también están los que siguen
corriendo cuando les tiemblan las piernas, los que siguen jugando cuando se les
acaba el aire, los que siguen luchando cuando todo parece perdido… Como si cada
vez fuera la última vez, convencidos de que la vida misma es un desafío.
Sufren pero no se quejan, porque saben
que el dolor pasa, el sudor se seca, el cansancio termina.
Pero hay algo que nunca desaparecerá:
“La satisfacción de haberlo logrado”
En sus cuerpos hay la misma cantidad
de músculos, y en nuestras venas corre la misma sangre… Lo que nos
hace diferentes es nuestro Espíritu, nuestra determinación por llegar a la cima…
Una cima a la que no se llega superando a los demás, sino superándose a uno mismo.
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