Acá estoy de
vuelta. Mejor que nunca. Quizá con un poco de cansancio. Pero del bueno.
Anoche sume otra misión a mi vida. Como no puede ser de otra manera, vengo a
contar más o menos lo que fue esta segunda experiencia en este año.
Partimos con un grupo más numeroso que el anterior. Un grupo el cual no conocía a nadie, literal. Afortunadamente eso no me preocupo mucho porque a las horas ya hablaba con un cuarto del grupo, que por el momento algo era. El viaje largo y pesado como es, pero por suerte bien.
Partimos con un grupo más numeroso que el anterior. Un grupo el cual no conocía a nadie, literal. Afortunadamente eso no me preocupo mucho porque a las horas ya hablaba con un cuarto del grupo, que por el momento algo era. El viaje largo y pesado como es, pero por suerte bien.
Llegar allá e inmediatamente
que una lluvia de recuerdos te caigan en la cabeza. Ver la plaza, la parroquia,
escuchar al silencio, mirar el desierto de las calles y abrazarte con la oleada
de tierra.
Ya había empezado esta misión,
y ahora era el momento de ponernos en práctica. Los días allá fueron hermosos,
a pesar del gran calor agotador que hacía. La dinámica del viaje también estuvo
buena, descubrir distintos parajes que en la primera misión no habíamos
visitado. Conocer gente nueva, escuchar otras
historias, reír y abrazar a muchos niños, caminar largos tramos, tomar mate y
tereré, comer tortilla santiagueña, leer la palabra y creer en un dios. Fueron
las principales acciones que repetimos durante esa semana. Reencontrarme con los
nenes fue lo más lindo, pero que me hayan recordado y hasta que me llamen por
mi nombre fue algo que no tiene precio. Es increíble cómo una
persona se va con la idea de misionar y al fin y al cabo, termina siendo
misionado uno mismo. Puedo asegurar que es muchísimo más lo que uno recibe que
lo que uno da. Creo que en la vida es así, pero cuando se tiene la
oportunidad de poder dar a aquellos que más lo necesitan, a aquellos que no
tienen lo que vos tenes en mayor cantidad, a la vez la retribución es más
grande aunque no se imagine.
Cuando dije que una de las
cosas que había hecho era “conocer
gente nueva” también
me refería al grupo misionero con el que trabajaba. Me alegró mucho que nos
hayan integrado a mis 4 compañeros del colegio y a mí a su misión. Nos llevamos
muy bien con todos, quizá no me hable con todos, pero si tenía una buena
comunicación. Y con los que si me lleve muy bien, me gustaría tenerlos presente
porque fueron con los que compartí esta semana e hicieron que lo disfrutara aun
mas.
Es de vos también de quien
tengo que hablar. Si bien tuve una relación
diferente a los demás, me demostraste que sos una gran persona con un corazón
enorme y con un respeto increíble. Me enseñaste que en pocos días se puede
encariñarse con una persona hasta llegar al punto de no querer que pase el
tiempo. Me cuidaste y me abrazaste sin que te lo pidiera, me prestaste tu
abrigo cuando tenía frio, me demostraste tu interés cuando nos peleábamos y me
di cuenta que eras honesto y un dulce cuando te hacia enojar. Y aunque ahora no
sepa cuando te vuelva a ver, a pesar de la distancia, no te voy a olvidar.
Espero que el regalo que te di sirva para que aunque sea me tengas
presente como yo cuando mire el reloj. Ojala nos volvamos a
ver, porque se y vos también, que tenemos una promesa en pie.
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