Aprendí
que el tiempo no cierra pero ayuda a sanar. Aprendí a escuchar cuando oí silencio.
Aprendí a pedir perdón cuando me di
cuenta del error. Aprendí a levantar la cabeza cuando sentí odio y aprendí
a llorar cuando me di cuenta de que no valió la pena. Aprendí a reír cuando
soñé con tu sonrisa. Aprendí a recordar
cuando entendí que todo vale la pena. Aprendí que a veces no termina, que
cambia de forma. Aprendí que nada es tan malo y que me gusta caminar en una
carrera. Aprendí que hay que rodear y llegar al otro lado para darse cuenta de
que siempre es lo mismo. Aprendí que los amores eternos pueden terminar en una
noche, que grandes amigos pueden volverse grandes desconocidos. Aprendí que
nunca conocemos a una persona de verdad, que todavía no inventaron nada mejor
que el abrazo de mamá. Aprendí que el que quiere puede y lo consigue. Aprendí
que a veces el que arriesga no pierde nada y que perdiendo también se gana.
“El peor sentimiento es no saber si esperar un poco más o rendirse”
Y así me encuentro hoy, que situación de mierda te digo. Así como también me contradigo, y te digo que no quiero dejarme atrapar por esto, por más frustrada que me sienta. No creo en los malos o buenos momentos. Creo en las experiencias más o menos dolorosas, que son necesarias de la vida. Que estos puntos de inflexión siempre nos sirven para algo, y de ello algo siempre se aprende. Por eso me refugio acá, para desplegar un abanico de sentimientos y de experiencias que voy teniendo. De las que trato de aprovechar y generar el impulso necesario para sacar lo mejor de mi. Creo que a veces necesitamos un giro de tuerca, para avanzar en el modo que creemos oportuno y que nos hace felices. No quiero temer a la tristeza, ni tampoco dejarme llevar por la amargura, no de modo devastador. No hay que temer al cambio, ni a los recuerdos. Hoy, tacho un día más, elijo seguir luchando. Tarde o temprano la vida te hará dar cuenta que es lo que merece la pena o no…
Comentarios
Publicar un comentario