“[…] Veni, vamos a la cantina que se come mal y es
caro pero, eso sí, te atienden como el culo. Mira hacia adentro del
departamento. Las huellas de sus pasos quedaron impresas en el polvo acumulado
en el suelo. Son unas huellas perfectas en las que se puede leer las marcas y
hasta contar las rayitas de la suela de goma de sus zapatos. Al Perro se le
figura que uno siempre debería mirar las
huellas de los pasos que lo condujeron a este presente […] Nadie desaparece sin dejar un rastro, una
huella. Quizá en este departamento pueda encontrar alguna pista del
paradero de su amigo, pero antes quiere agotar cualquier otra posibilidad
porque, al mismo tiempo, una especie de pudor le impide revisar sus cosas,
despanzurrarle la intimidad, hurgar sus recovecos, inmiscuirse en las penas y alegrías
ocultas, enterarse de sus placeres secretos, conocer las osas que el opto por
no revelarle.”
EM
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