Ni el amor, ni los encuentros
verdaderos, ni siquiera los profundos desencuentros, son obra de las
casualidades, sino que nos están misteriosamente reservados. ¡Cuántas veces en
la vida me ha sorprendido como, entre las multitudes de personas que existen en
el mundo nos cruzamos con aquellas que, de alguna manera, poseían las tablas de
nuestro destino, como si hubiéramos pertenecido a una misma organización secreta,
o a los capítulos de un mismo libro! Nunca supe si se los reconoce porque ya se
los buscaba, o se los busca porque ya bordeaban los aledaños de nuestro
destino.
Una de las frases que me llevo de este año es sin dudas: “estar en el lugar indicado en el momento indicado”. Porque así fue como apareciste, porque en ese entonces no tenía claro qué nos unía y por qué después de tantos años la vida nos juntaría. Algo nos tenía preparado, solo bastaba el momento indicado… Qué me iba a imaginar que me iba a enamorar de vos. Qué iba a pensar que me ibas a sanar. Porque yo estaba mal, porque tenía que pasar ese momento, y en ese momento no estaba preparada para nada ni con ánimo de estar acompañada. No tenía ni idea del poder que podía llegar a tener los abrazos de una persona. Los besos. Estoy segura que era algo que deseaba pero no en ese momento. Y lo lograste, todavía no se como lo hiciste. Como lo haces. Me transformaste, para bien. Me reconstruiste. Me escuchaste. Me escuchas. Me haces mejor. Sacas lo mejor de mi, ya te lo dije. Se me ocurren tantas cosas para decirte que ni yo me puedo creer lo que conseguiste. Siento el corazón abierto de...
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