Una tarde
cualquiera de Noviembre. Una temperatura de 37 grados. La vuelta a casa como
una escena de todos los días. Iba en el
colectivo con mis auriculares, no recuerdo la canción que se reproducía. Si recuerdo que fue lo que me llevo a perder
registro de esa melodía: fueron ellas. Me detuve unos minutos para observar sus
rostros. Fueron ellas resguardando un día largo, quizá de trabajo, de un viaje
en vano o de un paseo extraordinario, de alguna anécdota para recordar o
simplemente un día para olvidar. Ojos cerrados, flujo de aromas, brazos caídos,
sonrisas escondidas, miradas misteriosas, ropas que llevan días, zapatos
cansados de caminar, dolores que no se van, historias abrumadoras, exquisitas,
interesantes, atractivas, sensacionales y otras espeluznantes se escondían detrás
de esos tejidos. Éramos varias, no podría detallar con exactitud pero bastaría
con saber que eran suficientes como para llamar mi observación. No me preguntes porque te cuento esto, pero
eso me paso, me inquietó. Fueron apenas unos 5 minutos de viaje que bastaron
para volar sobre mas allá e imaginarme un mundo de historias en cada una de
ellas, porque seguro no acerté con ninguna (o quizá en algo así) pero que tenían
historia te lo aseguro. Una sola cosa sí era cierta, todos teniamos un destino al que llegar.
“El peor sentimiento es no saber si esperar un poco más o rendirse”
Y así me encuentro hoy, que situación de mierda te digo. Así como también me contradigo, y te digo que no quiero dejarme atrapar por esto, por más frustrada que me sienta. No creo en los malos o buenos momentos. Creo en las experiencias más o menos dolorosas, que son necesarias de la vida. Que estos puntos de inflexión siempre nos sirven para algo, y de ello algo siempre se aprende. Por eso me refugio acá, para desplegar un abanico de sentimientos y de experiencias que voy teniendo. De las que trato de aprovechar y generar el impulso necesario para sacar lo mejor de mi. Creo que a veces necesitamos un giro de tuerca, para avanzar en el modo que creemos oportuno y que nos hace felices. No quiero temer a la tristeza, ni tampoco dejarme llevar por la amargura, no de modo devastador. No hay que temer al cambio, ni a los recuerdos. Hoy, tacho un día más, elijo seguir luchando. Tarde o temprano la vida te hará dar cuenta que es lo que merece la pena o no…
Comentarios
Publicar un comentario