Hace ya algún tiempo que en mi, fluye cierta sensación y necesidad que nunca antes me había detenido a observar, quizá porque no me importaba prestarle atención, o quizá para ese momento tenía que precederle este o tal vez no, simplemente no tenía que ser.
Cuando me doy cuenta de las ganas que tengo de enamorarme, un poquito más difícil se me hace la vida. Me gustaría, porque siento que me reacomodaría algunas piezas que están desubicadas. Me gustaría, porque nada me importaría, si total estaría enamorada, porque cuando uno está enamorado (de algo, de alguien) nos hacemos cargo, se despierta cierta confianza que estaba adormecida, las cosas que pateábamos ahora las amarramos todas, porque nos sentimos fuerte, indomables, protagonistas como si la vida recién empezara. Como si ese fuera el minuto cero. Y que las cosas que antes parecían terribles, ya no existen. Me gustaría un amor de esos, donde las ganas se funden con sonrisas, donde la magia ocurre en las visitas inesperadas, en las comisuras de los labios, en las manos rodeando cinturas, en las noches enormes y abrazos de por medio. Uno de esos sencillos, sin tanto prontuario, honestos. De esos que penetran en las vísceras y te enferman de amor.

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