Los días me duelen y las noches me
hacen llorar. La ansiedad se apodera de mi, la garganta se me cierra y la comida
no la puedo digerir. Llevo tiempo siendo infeliz y los ratos mas felices no los
logro distinguir. Mientras escribo, la piel de mi cara se descama, las lágrimas me arden y la historia se vuelve a repetir. Vivo con las ganas de escapar cada vez que voy a un lugar y al mismo tiempo no quiero estar en ningún lugar. Mama finge estar
preocupada y habla con el entorno (menos conmigo). Algo tengo. Papa en su
mundo, parece no darse cuenta de lo que sucede alrededor (tampoco habla conmigo).
Los hermanos están afuera, están salvados. Las personas me hablan pero no logro
atenderlas. Mi mente viaja pero no sé a dónde. La sonrisa no se asoma hace dias y la gente se empieza a molestar. Las cosas me dejaron de interesar. Me duele el pecho, también la vida. Algo tengo.
“El peor sentimiento es no saber si esperar un poco más o rendirse”
Y así me encuentro hoy, que situación de mierda te digo. Así como también me contradigo, y te digo que no quiero dejarme atrapar por esto, por más frustrada que me sienta. No creo en los malos o buenos momentos. Creo en las experiencias más o menos dolorosas, que son necesarias de la vida. Que estos puntos de inflexión siempre nos sirven para algo, y de ello algo siempre se aprende. Por eso me refugio acá, para desplegar un abanico de sentimientos y de experiencias que voy teniendo. De las que trato de aprovechar y generar el impulso necesario para sacar lo mejor de mi. Creo que a veces necesitamos un giro de tuerca, para avanzar en el modo que creemos oportuno y que nos hace felices. No quiero temer a la tristeza, ni tampoco dejarme llevar por la amargura, no de modo devastador. No hay que temer al cambio, ni a los recuerdos. Hoy, tacho un día más, elijo seguir luchando. Tarde o temprano la vida te hará dar cuenta que es lo que merece la pena o no…
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