Pandemia

Acá estamos de nuevo. Hace 7 meses nadie pensó que íbamos a estar encerrados en cuatro paredes, a causa de un virus, al que llaman "coronavirus" y que pone en peligro nuestra salud. Un ser pequeño, "un enemigo invisible", dice Alberto, que tiene una cierta atracción por el organismo humano y ningún tipo de prejuicios a la hora de contagio. No le importa si sos joven o anciano, si sos rico o pobre, oriental o africano, gordo o flaco, judío o católico, vegetariano o carnívoro, si sos de izquierda o de derecha. Nos alcanzó a todos, cuando creíamos que Bolt iba a ser difícil de superar en años. Nos hizo clavar el freno de mano, mirar nuestro alrededor, mirar para adentro. El mundo se puso en alerta 24 horas. Las calles se vaciaron, los colegios se cerraron, los parques se convirtieron en un verde desierto, el aire volvió a respirar, los mares se aclararon y los días ya no se cuentan en horas, sino en emociones. Los animales parecen desconcertados, algo aliviados, perplejos de sentirse en libertad sin la compañía humana.
Lo cierto es que el mundo está en cuarentena. Y que, en algunos años, los libros de historia narrarán que hubo una época donde existió una pandemia que sacudió todas las estructuras del mundo. Una situación que nadie pensó vivir alguna vez. De hecho, creo que más de uno, no tenía idea de lo que significaba esa palabra. Las salidas son pura y exclusivamente para abastecerse y después de nuevo a la cueva. La gente pasa sus días encerrada en su casa, mientras miles de personas dedicadas al campo de la salud y seguridad social, están arriesgando su vida para salvar la nuestra.
También es cierto, que después de esto, nada va a ser igual. Pues esto trajo consigo mucha reflexión e introspección. No es fácil estar encerrado, sin poder circular libremente, sin poder realizar las actividades cotidianas y sin tener contacto físico con las personas que más estimamos. No es fácil controlar la mente que, por momentos, es capaz de llevarnos a escenarios catastroficos. Pero si hay algo que rescato de este aislamiento, es justamente, la posibilidad de agudizar esa capacidad de viajar con nuestra mente, reactivarla para que no se aplaque y enseñarle algo nuevo cada día. Dedicar tiempo a meditar, escribir, leer, reflexionar sobre mi vida y el presente, recapacitar sobre algún tema, imaginar o a idear algún proyecto, a resolver fantasmas personales y a dejar de juzgarme.
En ocasiones me siento bien y también, en ocasiones la ansiedad me invade. Aunque debo decir que soy admiradora de la soledad. Me gusta el hecho de alejarme un rato de la realidad, de las redes y de las relaciones, y sumirme en mis propios pensamientos (si es acompañada con una copa de vino, mejor todavia). La soledad es una necesidad que tengo, en términos de deseo (no desde una imposición) y es algo de mi persona con lo que no suelo negociar.
No sé qué pasará cuando esto acabe, pero lo único que espero es que la cabeza se nos abra, que tengamos consciencia a partir de ahora. Que no estamos solos. Que dejemos de pensar que somos indomables y omnipotentes, que la vida nos está dando una lección de cuán frágil somos verdaderamente.

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